
La conquista del espacio es, hoy en día, un esfuerzo colectivo. Cooperación es la palabra clave.
Lejos quedan ya los inicios de la actividad espacial, cuando los Estados Unidos (EEUU) y la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se embarcaron en una frenética carrera por dominar el espacio. Las motivaciones para ello diferían mucho de las actuales: inmersos en la “guerra fría”, el dominio del espacio estaba indefectiblemente asociado al dominio de la actividad militar.
La URSS tomó la delantera con una impresionante serie de hitos tecnológicos que, aún hoy, sorprenden por el corto espacio de tiempo en el que se sucedieron. El Sputnik fue el primer satélite puesto en órbita, el 4 de octubre de 1957. El 3 de noviembre del mismo año, Laika se convirtió en el primer ser vivo enviado al espacio. Yuri Gagarin logró ser el primer astronauta, el 12 de abril de 1961.
Cada uno de estos avances sin precedentes de la URSS era contestado, casi de inmediato, por los EEUU. Pero la URSS mantenía la delantera. Y ello se convirtió en una cuestión de estado. El 25 de mayo de 1961, John F. Kennedy pronunció su famoso discurso: “We choose to go to the moon in this decade and do the other things, not because they are easy, but because they are hard”. Simple, pero muy efectivo: como era un reto casi imposible, EEUU tenía que ser el primero en lograrlo. Y todo el país se unió en un objetivo común, la conquista de la Luna.
La URSS todavía tuvo la oportunidad de batir de nuevo a los EEUU en 1965, cuando el teniente coronel Alexei Leonov llevó a cabo el primer paseo espacial y permaneció 12 minutos y 9 segundos en el espacio.
Sin embargo, finalmente, EEUU ganó la batalla tecnológica y logró el mayor hito de la carrera espacial: el 17 de julio de 1969, Neil Amstrong fue el primer humano en pisar la superficie de la Luna. En los 3 años siguientes, un total de 18 personas orbitaron la Luna en las 6 misiones que EEUU logró completar y fueron 12 los afortunados en pisar la superficie lunar.
Parece difícil pensar, hoy en día, en lograr movilizar de semejante manera a toda una sociedad en la consecución de un hito tecnológico que requiera de semejante esfuerzo inversor. Esfuerzo económico, además, mantenido sin interrupciones durante una década y media.
Curiosamente, a pesar de que la inversión en proyectos espaciales es muy inferior a la de hace 50 años, no es posible pensar en una sociedad del siglo XXI que sea ajena al espacio. Y ello es el resultado de que la investigación espacial, sin abandonar sus orígenes orientados a la exploración del espacio, en las últimas décadas ha ido orientándose cada vez más a desarrollar servicios y tecnologías que mejoren la vida de los ciudadanos.
Los beneficios tangibles que el espacio proporciona a nuestra vida diaria son innumerables, aunque es frecuente que no seamos conscientes de muchos de ellos: desde los sistemas de navegación por satélite hasta las predicciones meteorológicas, pasando por la gestión de fronteras o los servicios que ofrecen los satélites de telecomunicaciones. Asimismo, las investigaciones científicas y tecnológicas desarrolladas en el espacio generan un impresionante efecto de arrastre sobre otros sectores.
El espacio sigue siendo también imprescindible para ampliar la frontera del conocimiento humano, con frecuencia más allá de los límites de nuestra imaginación. De igual manera que Julio Verne describió en sus novelas de ciencia ficción avances que no eran posibles con la tecnología de su época, en las próximas décadas se harán realidad situaciones que ya describen las películas o series de temática espacial que han vuelto a ponerse de moda.
Fuera del ámbito público, también hay un interés creciente: la iniciativa privada está ya apostando con fuerza por el espacio. Empresarios emblemáticos como Elon Musk (Tesla) o Jeff Bezos (Amazon) dedican miles de millones de dólares (una pequeña parte de sus fortunas personales) a ambiciosos proyectos espaciales. Existen también centenares de pequeñas y medianas empresas que, principalmente en EEUU pero también en Europa, dedican su actividad al sector espacial con un enfoque tremendamente innovador. Sin duda, puede esperarse una revolución industrial en el espacio de una magnitud comparable a la que, en su momento, experimentaron sectores ya maduros como la automoción o la aeronáutica. Desde cambios sustanciales en los procesos a nuevos métodos de fabricación, pasando por el uso de nuevos materiales o electrónica de última generación.
En este contexto, la Presidencia española del Consejo Ministerial de la Agencia Espacial Europea supone una oportunidad para que nuestro país lidere la elaboración de la nueva estrategia espacial de Europa para la próxima década, con inversiones previstas que se acercarán a los 100.000 millones de euros.
ENTREVISTA
Jorge Lomba, Jefe de Programas Aeroespaciales del CDTI: “El sector espacial español ha alcanzado la mayoría de edad en la última década: nos hemos unido al reducido club de países con capacidad de desarrollar un sistema espacial completo”. “España tiene muchas posibilidades de liderar el nuevo programa europeo de vigilancia del espacio, el próximo gran reto de la Unión Europea en materia espacial”.
Jorge Lomba Ferreras (Madrid, 1971) es Ingeniero Industrial por la Universidad Pontificia de Comillas (ICAI) y Máster en Gestión de Telecomunicaciones por la Escuela de Organización Industrial (EOI). Tras su paso como gestor de proyectos en la empresa ISDEFE, del Ministerio de Defensa español, actualmente dirige el Departamento del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) que gestiona la participación española en programas espaciales y en las principales infraestructuras científico-tecnológicas internacionales (CERN, ESO e ITER son las más representativas). En el sector espacial, que supone aproximadamente dos tercios de los 300 millones de euros anuales gestionados por el Departamento, CDTI ejerce, de manera directa o en virtud de Convenios de Colaboración con otros Departamentos de la Administración, la representación oficial de España en las principales organizaciones espaciales internacionales (Agencia Espacial Europea, Comisión Europea, Agencia Meteorológica Europea). En la Agencia Espacial Europea, Jorge Lomba ha ocupado la Vicepresidencia del Consejo y la Presidencia de su Comité de Política Industrial, así como la Presidencia del Comité de Programas de Observación de la Tierra. Su Departamento es responsable de la gestión del 80% del presupuesto dedicado por España a proyectos espaciales civiles, además de cooperar con el Ministerio de Defensa español en sus principales iniciativas espaciales orientadas a la seguridad y la defensa.
Comencemos por España: ¿qué papel juega un país de tamaño medio en un entorno dominado por grandes potencias espaciales?
Es un muy buen momento para hacer balance de la actividad espacial en España, ya que precisamente ahora se cumplen 10 años desde la elaboración del primer Plan Estratégico Espacial Español, elaborado por CDTI.
En estos diez años, la inversión de España en materia espacial se ha demostrado muy rentable ya que, además de los beneficios que el espacio proporciona a los ciudadanos en su vida diaria, hemos conseguido un retorno económico muy elevado. Gracias a una priorización de las inversiones, que se han orientado a aquellas áreas de mayor rentabilidad comercial, cada euro invertido por los españoles en espacio se ha multiplicado por 3, en forma de contratos de exportación de los que se han beneficiado las empresas españolas. Ello no incluye las aplicaciones de valor añadido, que generan un volumen de negocio un orden de magnitud superior.
Además, tan importante como la rentabilidad económica, es el extraordinario efecto positivo que tiene para la marca España el hecho de que hayamos conseguido unirnos al reducido club de países capaces de construir sistemas espaciales completos. En sólo diez años, el sector espacial español ha superado la mayoría de edad: hemos pasado de suministrar equipos para satélites integrados en otros países a ser nosotros los que lideramos la construcción de satélites de tamaño mediano.
¿Podría citar algunos ejemplos de estos satélites españoles?
Como digo, en los diez últimos años, hemos logrado un crecimiento impresionante. A pesar de que desde 1974 España había puesto en órbita alrededor de 20 satélites propios, la fabricación de la mayoría de ellos corrió hasta hace poco a cargo de empresas extranjeras.
Nos preparamos ahora para el lanzamiento, en 2018 y 2019 respectivamente, de los 2 primeros satélites de observación de la Tierra fabricados en nuestro país: PAZ e INGENIO, que funcionarán de forma complementaria para obtener una imagen de cualquier lugar del mundo y en cualquier situación meteorológica cada 24 horas. España será el primer país europeo en disponer de un sistema dual de observación, radar y óptico, de uso civil y militar y alcanzará un grado total de autonomía para disponer de datos propios sobre la seguridad de su territorio.
Además, en el ámbito internacional, España es responsable de la misión Proba-3, que desarrollará las tecnologías necesarias para que 2 satélites vuelen “en formación”, como si constituyesen un sólido rígido, con una precisión de centímetros. Es la primera vez que se consigue liderar desde España una misión completa de la Agencia Espacial Europea, en la que participan 15 países.
Previamente, en 2018 se lanzará al espacio el satélite CHEOPS, que se integrará en España y contribuirá de manera decisiva a descubrir nuevos exoplanetas. El liderazgo español se consiguió en un disputado concurso internacional, donde las empresas españolas se impusieron a sus competidores de Reino Unido y Bélgica, algo impensable hace apenas media docena de años.
¿Cómo se beneficia España de los logros de su sector espacial?
Estos éxitos recientes han permitido que el sector espacial español haya duplicado su tamaño en la última década y no haya perdido empleo durante la crisis. El espacio, por tanto, no sólo ofrece empleos de calidad sino que también ha demostrado una mayor resistencia a los vaivenes económicos, particularmente por estar fuertemente orientado a la exportación.
Muy relevante es también el hecho de que, en una sociedad con dificultades para ofrecer empleos de calidad a las nuevas generaciones de estudiantes, una gran parte del empleo generado en los últimos años en el sector espacial español lo han ocupado jóvenes que decidieron en su momento orientar su futuro profesional a carreras técnicas, fascinados por las posibilidades que ofrece la tecnología espacial.
Nos ha hablado de los logros de España en la pasada década. ¿A qué nuevos retos espaciales puede aspirar nuestro país en los próximos 10 años?
El reto de CDTI para la siguiente década sería que España liderase un gran programa espacial europeo, una vez que ya hemos conseguido liderar misiones espaciales internacionales de tamaño medio.
La mejor oportunidad podría ser el nuevo programa de vigilancia espacial (Space Surveillance and Tracking – SST), cuyas fases iniciales gestiona CDTI junto a las agencias espaciales de Francia, Alemania, Italia y Reino Unido, y en las que España es el país con una mayor participación, superior al 20%.
Europa ha invertido recientemente más de 20.000 millones de euros en las nuevas constelaciones de satélites Galileo y Copérnico, pero no dispone de un sistema propio de vigilancia espacial que proteja a dichos satélites del posible impacto de basura espacial. Hoy en día, dependemos de los datos que nos proporcionan los Estados Unidos.
¿Qué características tendrá el sistema español de vigilancia espacial y cómo se integrará en el sistema europeo?
Europa dispondrá, por primera vez, de un catálogo propio de objetos espaciales en los próximos meses, al que España realizará una contribución muy importante. Se calcula que existen 100.000 objetos mayores de 5 centímetros, que pueden partir un satélite por la mitad. Hay, además, 750.000 de un tamaño igual o superior a 1 centímetro, que pueden inutilizar un satélite e, incluso, poner en peligro la vida de nuestros astronautas. Actualmente, el mayor catálogo público de objetos espaciales lo posee Estados Unidos, con 17.000 objetos mayores de 10 centímetros.
CDTI gestiona el programa español de vigilancia espacial que, en poco más de año y medio nos ha permitido generar un catálogo propio de 700 objetos. El año que viene, entrará en funcionamiento el radar español de vigilancia espacial, con el que ya seremos capaces de detectar objetos de más de 1,4m (una televisión de 55 pulgadas) en una órbita de 800 km. Nuestro catálogo se ampliará los 5.000 objetos en 2021, cuando incluiremos los objetos de más de 25 centímetros (un balón de baloncesto). El coste total de este sistema asciende a cerca de 100 millones de euros, de los que ya se han invertido alrededor de 40 millones desde 2008.
El esfuerzo de estos años nos permitirá tener una muy buena oportunidad de liderar el futuro sistema de vigilancia espacial europeo, cuyo presupuesto y alcance está ahora en discusión y puede ascender a 1.200 millones de euros para el período entre 2021 y 2027.
Desde una perspectiva global, ¿sigue siendo EEUU el protagonista principal o han cambiado los pesos dentro del equipo global de cabecera?
En el espacio, el tamaño sí que importa, y mucho. Los Estados Unidos siguen siendo, de largo, el país con un mayor presupuesto para proyectos espaciales. Sólo la NASA tiene un presupuesto anual de cerca de 20.000 millones de dólares, varias veces superior al de todos los países europeos juntos. Pero, además, el Departamento de Defensa americano tiene su propio programa espacial, con un presupuesto incluso superior al de la NASA.
Hay que añadir también los presupuestos de Agencias Públicas estadounidenses que proporcionan servicios a la sociedad mediante datos generados por satélite, como la NOAA (que tiene varias constelaciones de satélites meteorológicos, tanto en órbita geoestacionaria como en órbita polar) o el USGS (que compra cada año un volumen ingente de datos de satélite para alimentar sus necesidades cartográficas en innumerables áreas: urbanismo, gestión de recursos naturales, o gestión de fronteras, por citar algunas).
El origen de la actividad espacial está íntimamente ligado a la exploración espacial. ¿Podemos esperar, en los próximos años, ver a humanos en la superficie de Marte?
La NASA ya ha reconocido que no tiene el presupuesto necesario para enviar astronautas a Marte en el año 2030, la fecha más cercana que barajaba hasta ahora. El cohete SLS y la nave Orión han excedido los costes previstos, y todavía no ha comenzado el diseño de los vehículos de aterrizaje y despegue en la superficie marciana.
En la época del Apolo 11, la NASA consiguió aumentar su presupuesto desde poco más del 1% del presupuesto federal en 1960 hasta un pico del 4,5% en 1966. A partir de 1973, el año posterior a la última misión a la Luna, el presupuesto de la NASA se estabilizó alrededor del 1% durante 2 décadas. Desde 1995 ha comenzado un lento declive hasta el 0,5% actual.
Es decir, en los últimos 50 años, en los que el presupuesto federal de Estados Unidos casi se ha multiplicado por 30, el presupuesto de la NASA sólo se ha triplicado, pasando de los casi 6.000 millones de dólares de 1966 a los 20.000 millones de la actualidad.
Entonces, ¿debemos olvidarnos de misiones a Marte hasta más allá de 2030?
Todo lo contrario. No sólo Estados Unidos, sino que las principales potencias espaciales, incluyendo Europa, tienen en marcha misiones de satélites orbitando alrededor de Marte y vehículos que se posarán sobre su superficie.
Gracias a estas misiones, cada vez son mejores los mapas que tenemos de Marte. Además, en la misión europea Exomars, el rover irá equipado con un taladro con capacidad de penetrar hasta unos dos metros de profundidad, mucho más de lo conseguido hasta ahora. Cuanto más puedes perforar, más estratos y más capas de sedimentación que nos hablan desde más antiguo y, por supuesto, más posibilidades de encontrar trazas de vida. Dispondrá también de nuevas tecnologías de cámaras y sensores que le permitirán manejarse con mayor autonomía, sin depender de un operador o un control dedicado constante desde la Tierra.
En España, CDTI gestiona la participación española en las misiones de la ESA y también colaboramos con la NASA en sus misiones robóticas a Marte. De hecho, ahora mismo hay tecnología española en Marte, financiada por CDTI, y en 2020 otra misión de la NASA tendrá de nuevo una antena de alta ganancia española.
Pasando de la exploración espacial a la contribución que el espacio hace para mejorar nuestra vida diaria, existe una concienciación creciente en la sociedad sobre la necesidad de luchar contra el cambio climático. ¿Cómo puede el sector espacial contribuir?
Europa puede enorgullecerse de disponer del sistema espacial más avanzado del mundo para aplicaciones medioambientales: la constelación de satélites denominada Copérnico, que orbitan nuestro planeta y generan una ingente cantidad de información sobre la superficie terrestre, los océanos y la atmósfera.
Una particularidad de Copérnico es que sus datos son accesibles de manera abierta y gratuita, con el objetivo de fomentar el desarrollo de aplicaciones por parte de todo tipo de empresas pero, particularmente, PYMES y jóvenes emprendedores.
Por citar un ejemplo de actualidad, todos tenemos en la cabeza los terribles incendios que han asolado recientemente España y Portugal, con un elevado coste por las extensas áreas devastadas por el fuego y, lo que es peor, por las pérdidas de vidas humanas. Un dato menos conocido, sin embargo, es que los fuegos suponen el 6% de las emisiones globales de CO2, por lo que contribuyen de manera muy relevante al cambio climático.
Por este motivo, una buena parte de las nuevas aplicaciones desarrolladas a partir de los datos de Copérnico se orientan a facilitar la prevención de incendios, con información imprescindible para la gestión del uso del suelo.
El Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) es la Agencia Estatal de Innovación que asesora, financia e internacionaliza los proyectos empresariales de I+D e innovación de empresas y entidades españolas y gestiona la participación española en los organismos internacionales de I+D+I, como Horizonte2020 y Eureka, y en las industrias de la Ciencia y el Espacio.
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